Andrea de Cesaris en foco

ANDREA DE CESARIS
por Maximiliano Catania/FUNO
Buenos Aires (AR), 23 Ago 2003

El decenio que inicióse en 1980 y sus sucesivos demostraron ser un esmerado jurado para seleccionar los actores de la cada vez más sofisticada especialidad. Volantes, mecánicos, personalidades; todos observados con el mayor rigor bajo la lupa del Estrado. Andrea de Cesaris puede dar fe de ello.

Se abre el telón. Roma. Un bello lugar con una grandísima cuota histórica. Entre monumentos y demás atractivos turísticos, resalta de la figuración del paisaje, cosmopolita, la imagen un tanto aggiornada del Eccehomo: la estampa que para la Fe Católica se halla relacionada con la condena de Poncio Pilatos hacia Jesucristo. Mas en esta particular ocasión, el personaje sobre las tablas no es ni representa al Nazareno: dista mucho de Él, según las proclamas levantadas a su favor y en su contra de parte del improvisado vulgo. Reza el libreto que, al llegar la instancia sublime de la obra, un coup de théâtre debe hacer de las suyas... Se cierra el telón.

Conocedor de la grava como pocos, de las gomas de contención, del guard-rail y de las bondades de los monoplazas de fibra de carbono y kevlar, De Cesaris salvó su pellejo en innumerables ocasiones aunque no hubo nada más duro para él que las malintencionadas y viles habladurías en su desmedro. En general, el conocido en el ambiente como "De Crasheris" supo digerir los cargos en su contra, respetando la libertad de opinión del prójimo. Pero la acusación alzada hacia su persona por presunta "antropofagia en los circuitos de Grand Prix" - fundamentada en el comportamiento verificado por él durante su derrotero en la máxima categoría - fue irremediablemente la gota que le rebalsó el vaso, la responsable de la efectiva conmoción del romano, y por extensión del repudio de todos aquellos que conocen a fondo de lo que se está hablando. Es por eso que la inmutabilidad deja de reinar su temple para dar lugar a la franqueza esclarecedora: "No, no me considero un caníbal o que me haya desempeñado como tal en las pistas. Prefiero ser visto como un hombre llevado a la sazón por las pasiones, lo que admito me ha costado más de un golpe. Son esos tiempos con Beppe Gabbiani y Riccardo Patrese en las grandes pruebas de resistencia los que exaltan mi verdadero carácter, cuando nos presentábamos a correr con más ganas que medios. No es que viva de recuerdos, pero me siento más identificado y allegado a esa realidad que a la de las acusaciones".

La defensa debe enfrentarse a más. Titubea cuando las voces se levantan gravemente para reclamarle la falta de consideración con sus colegas, ya sean compañeros de equipo o bien adversarios a secas. Algo que se comprueba en algunas exhibiciones rayanas a lo escarnioso, cuando - priorizando sus ansias de mejorar entre el elenco de la carrera - se veía involucrado en una colisión múltiple con Gilles Villeneuve, Alan Jones y John Watson en Inglaterra '81, o - por razones que no se entienden bien todavía - encerraba a Alessandro Caffi (su coterráneo y a látere de la Scuderia Italia) en Phoenix '89, mientras el atónito bresciano veía esfumar su mejor participación en la Fórmula Uno. Vale aclarar que no se incluyen aquí los reclamos de quienes se han manifestado como víctimas del orgullo de ese "hosco piloto que como rezagado podía ser una pesadilla para el primero o segundo de turno". De Cesaris fue sincero al respecto, pero no alcanzó siquiera en forma parcial a justificarse: "Realmente hay que estar sobre un coche de competición viéndose superado por medio mundo, lo que me ha sucedido frecuentemente".

Llueven los cuestionamientos. Pero muchos de ellos pierden fuerza antes de llegar a pronunciarse por la excesiva arbitrariedad con que fueron concebidos. Sin ser fehacientes los cargos levantados sobre la dudosa idoneidad de Andrea para tripular un F1, se le proclama inocente de prima facie. Es sin duda el infausto adagio el producto del resentimiento del que lo haya formulado, porque un hombre con 15 años de experiencia en la exigente especialidad, que ha corrido en 10 equipos diferentes, que conoce distintas estructuras de trabajo y cómo adaptarse a ellas, no merece agresiones de esta índole. De todas maneras, ningún juicio de valor podrá quitarle el mérito de los hechos que le incluyen como partícipe. La pole position en el GP de Long Beach 1982, por ejemplo, es uno de los tantos destellos de su prolongada trayectoria. "Siempre me he sentido a mio agio en todo trazado de características urbanas; en particular en el de California donde obtuve mi única pole en F1 corriendo un Alfa". Oblicuamente, agregan unos amigos de la marca del Trébol de Cuatro Hojas que por esa época se mostraban contentos con el fugaz Risorgimento de la legendaria casa milanesa en manos de un automovilista salido de las entrañas de la Península. "No me olvido de otra empresa que he llevado exitosamente a cabo en el inefable callejero de Detroit en 1988, teniendo como arma un Rial: aquella escudería que integraba estaba compuesta por 12 personas... Ahí están los hechos para que me juzguen idóneo o no para la aventura de la Fórmula 1".

Como si lo precedente no le fuera demasiado, otro de los espacios por donde se ha intentado flanquear a De Cesaris ha sido su provechosa asociación con Marlboro para poder encontrar butacas en una Fórmula ávida de presupuestos como los abastecidos por auspiciantes de la talla de la tabacalera Philip Morris. Dicen las malas lenguas que las ligazones citadas le dieron sus frutos ya desde los tiempos de la F3 Británica, cuando incursionaba en las preliminares de la alta competencia luego de ser el mejor de una generación de prometedores pilotos de karting. Los mismos detractores no se cansan de señalar en los álbunes de fotos a los autos conducidos por el italiano en particular, y a la evidente similitud de sponsors entre ellos: desde McLaren a Dallara, pasando por Alfa Romeo y Rial: todos con la mundialmente conocida marca en alguna parte del chasis. Pero no hay que hacer tanto parlamento para defenderle de esta acusación: en los '80 hubo pocos que no lucieron en sus cascos o monos ignífugos la estampilla albirroja de los cigarrillos rubios. Y quien no lo hubiera hecho, más difícilmente pueda superar el desafío si extendemos la veda de cajetillas a las demás empresas del rubro que financiaron el desarrollo del deporte motor.

¿Y el coup de théâtre? Ese hombre - que no es Jesucristo - es apuntado por parte del confuso vulgo para que transite un viaje sin retorno hacia la picota. El histrionismo del Pilatos de esta hora magnifica la obra: "He aquí a Andrea de Cesaris para decidir su suerte... ¿Culpable o inocente?". Como sea, el final de esta historia ha de ser más bizarro que el desenlace del Hijo de Dios, seguramente.