Comentarios sobre Carlos Reutemann @ GP de Las Vegas 1981

REUTEMANN Y LA (MALA) SUERTE DE LAS VEGAS
por Maximiliano Catania/FUNO
Buenos Aires (AR), 09 Jul 2008

No es para justificarse, pero el estado de Nevada (Estados Unidos) nunca ha sido un lugar favorable para los argentinos. De hecho, en la ciudad de Reno - año 1976 - fue mafiosamente asesinado el popular boxeador Oscar Ringo Bonavena; por otro lado, no se conocen jugadores del país que hayan amasado fortunas en sus renombrados tragamonedas; encima, en el GP de Las Vegas 1981, Carlos Alberto Reutemann (Williams) perdió por un punto el que pudo haber sido "su" campeonato de Fórmula 1, ese que recayó empíricamente en Nelson Piquet (Brabham).

Fue un golpe a la ilusión de Reutemann, quien disputaba - al inicio de la última prueba del certamen - el título con Piquet y Jacques Laffite (Ligier). El fin de semana empezó mal barajado para el Lole, quien en los ensayos del viernes torcía uno de los brazos de suspensión de su Williams tras un toque con Piquet, obligándolo a cambiar de coche con vistas al día domingo. En carrera, pese a haber logrado el mejor tiempo de clasificación, perdía la punta en la largada de manos de Alan Jones, su coequiper. El australiano dominaba el pelotón en el estacionamiento del Caesars Palace, pero la lucha - por razones obvias - estaba centrada en otra parte.

De repente, Carlos dio cuenta de un síntoma en su coche: la caja de cambios no era la de los buenos tiempos. Fisgoneando el prieto paredón de boxes en busca de un remedio, encontró la indiferencia de los mecánicos de su team. Frank Williams observaba todo, rememorando la imagen de Río Jacarepaguá y la irreverencia del piloto frente a las órdenes de dejarse superar por Jones. No digo que aquella rebeldía haya sido la causa de la Guerra de Malvinas, pero por lo menos fue el principal factor de la colusión del equipo en contra de Reutemann.

Sin una respuesta sustentable de parte del staff de pits, Reutemann comenzó a perder lugares entre el parque, siendo superado lastimosamente unas rondas más tarde por Piquet, quien venía atascado en el meridiano del grid. Finalmente, el santafesino cruzó la meta en octavo lugar, tres posiciones por detrás del brasileño, acabando la aventura de campeonato por un punto.

Ganó Jones el GP, con el otro Williams, irónicamente...

La desgracia. Para quien crea en los juegos de azar, he aquí una apostilla. Es tradición en la quiniela argentina referirse a los números a través de su correlato en "el significado de los sueños" (un corolario de 100 números con su respectiva interpretación, basado en la smorfia napoletana). Allí, el 17 está vinculado a la desgracia, y vaya que también para Reutemann, quien - corriendo el 17 de octubre de 1981 - a bordo del chasis 17 de su Williams FW07C fue superado por su rival Nelson Piquet una vez finalizada la vuelta 17 del Gran Premio...

Declaraciones del piloto. (Carrera) Fue el día más triste de mi vida. (...) Las Vegas fue la única carrera de ese año en la que no tuve completamente el control de lo que me pasaba. (...)

Estaba muy satisfecho con mi coche, lo quería tal cual para la carrera y le pedí a Patrick (NdR: Head) que no lo tocara: el motor, el comportamiento, la caja, estaban perfectos. Le dije 'dejalo así como está', pero no creo que a Patrick le gustara mucho. (...) Siempre trabajaron para Jones. (...)

Mi auto viejo (NdR: el chasis 12) tenía una leva diferente y una aceleración notable, trepaba inmediatamente a las 10.600 vueltas. Tenía todo controlado porque el auto me daba la confianza. Yo lo había estrenado en Long Beach y con él había corrido hasta Francia. Después lo ponían a nuevo y era mi
muletto desde Montréal. Decididamente lo prefería al 17, una máquina que yo estrenara en Zolder y que era más rigida, no me gustaba. (...) Contra mi idea original, me tenia que hacer cargo del 17. (...) Motor diferente, diferente curva de potencia, la caja se sentía diferente también, creo que fui medio segundo más lento. No andaba para nada, lo que ya noté en la salida. (...)

Sentí que si no ocurría un milagro, perdía el campeonato. Estaba intranquilo, sin la frialdad necesaria, pero no era un autómata: era un tipo impotente. (...) Fallé el cambio unas cincuenta veces. (...) El endurecimiento de la caja fue espantoso; ni segunda ni tercera ni cuarta: todo cantaba. En cada vuelta como mínimo erraba de tres a cuatro cambios. Manejaba con una mano y con la otra tenía que sostener la palanca. Una sensación que a 200 km/h, acelerando y frenando, no era muy agradable. (...)